miércoles, marzo 28, 2007

Ricky

El viernes escribí sobre el partido júnior entre el Barça i el Joventut. Escribí sobre como me pareció -en directo- que había jugado Ricky Rubio. Escribí que jugó bien, que fue el mejor del partido, pero que tampoco hizo nada extraordinario.

El domingo por la mañana fui a Badalona a ver el Joventut-Unicaja, ACB. Pregunté por las estadísticas de Ricky en el partido contra el Barça del jueves, un partido que, en principio, no tenía que jugar. Y apunté incrédulo en un trozo de papel los siguientes números: 32 minutos, 25 puntos (7/11 de dos, 8/10 tiros libres, 1/5 triples), 10 rebotes, 10 asistencias, 4 recuperaciones, 46 de valoración.

Y esto es lo que le hace grande. Le dicen de jugar con el júnior, y lo hace. Le ponen a jugar en una liga que ya no es la suya, en un entorno diferente, en una cancha mucho más pequeña, y lo hace bien. Le dan la responsabilidad para que lidere a sus compañeros -que también son mayores que él, como en el primer equipo- y lo hace sin el más mínimo problema.

Tuve la sensación, durante el partido, sentado en la grada del pabellón de la ciudad deportiva del Barça, que iba sobrado. Pero no me di cuenta de lo bueno que es hasta que vi las estadísticas. Hace tantas cosas, produce tanto para el equipo que ni si quiera te das cuenta de que no para de sumar. Después del partido comenté que había sido el mejor; no hubiera dicho -no lo hice- que sumó 46 de valoración.

Y el domingo, tranquilamente, volvió a jugar con el primer equipo. Y lo volvió a hacer bien. Con 16 años. Y hay gente que dice que no es tan bueno, que se exagera. Creo que nos hemos acostumbrado tan rápido a su genialidad que perdemos la perspectiva del hecho histórico del que es protagonista. Y creo que, igual que yo no me di cuenta de su partidazo el jueves pasado, no nos daremos cuenta y ya será uno de los mejores jugadores del mundo, en un futuro no muy lejano. Vale la pena disfrutar de su magia ahora.