martes, febrero 06, 2007

Duke-Florida State

He dejado pasar un par de días desde mi visita a Duke para poder escribir con un poco más de tranquilidad y objetividad. Pero pasados dos días, mantengo que el partido Duke-Florida State en el Cameron Indoor Stadium es el mejor que he visto en mi vida. El partido, el juego en si, no fue el mejor que he visto en mi vida. El ambiente, el entorno, la intensidad, la emoción, los nervios, lo hicieron el mejor partido de mi vida. Espero que vengan muchos más partidos (supongo que el North Carolina-Wake Forest del sábado en Chapel Hill me provocará un sentimento parecido) pero dudo que se me olvide algun día mi primera visita a Durham.

Llego un par de horas antes del partido al campus de Duke. Aparco, subo una pequeña cuesta y me encuentro el percal. Unas cincuenta tiendas de campaña delante de un edificio relativamente grande. Me acerco a las tiendas, están vacías. Camino en dirección a la zona donde hay más gente y me encuentro un cartel que pone: KRZYZEWSKiVILLE. Había leído alguna vez sobre las colas y las acampadas de los alumnos que van a los partidos, los Cameron Crazies. Es la zona que se bautizó con ese nombre (no quiero escribirlo otra vez) en honor, obviamente, al Coach K, la zona donde acampan meses antes de un gran partido (el Duke-North Carolina es esta semana), para ser los primeros y poder entrar al estadio. Me dirijo a la parte posterior del Cameron y me cruzo con una cola interminable. Pregunto a un chico, que paree ser que organiza el tema, y me dice que es la cola para el partido de hoy, que las tiendas son sólo para el partido de UNC. Me explica que cuando se instalan, los coordinadores como él controlan a la gente (12 por tienda) para que no haya líos. Hay gente que acampó hace más de dos meses. Increíble. Me acerco al Will Call, la taquilla donde se guardan entradas y acreditaciones, y me entregan la mía. Hace un día soleado; usmeo una barbacoa cercana y oigo la banda de música, que ya está tocando dentro. Entro en el Cameron Indoor Stadium. Vitrinas, fotos, trofeos. Es un vestíbulo pequeño, hay mucha gente. Me dirigo hacia la cancha y entro por un fondo, por detrás de una de las canastas. Y me quedo con la boca abierta, literalmente. Florida State está calentando, queda más de una hora para empezar, y los Cameron Crazies ya se están instalando. El ambiente es increíble. Pregunto por la zona de prensa y me dicen que vaya por un pasillo hasta el fondo. Entro y el pasillo en cuestión está lleno de posters enmarcados de equipos pasados de Duke. Laettner, Grant Hill, Mike Giminski... Puedes notar la tradición, la historia. Al fondo del pasillo, la zona de prensa. Hay bastante prensa. Salgo a la cancha otra vez por una puerta pequeñita, por donde saldrán los jugadores después. Me acerco a la cancha y entonces si que el ambiente me supera. La banda de música está detrás de la canasta, a mi izquierda. Los jugadores de los dos equipos calientan. Los Cameron Crazies casi llenan ya la grada lateral, justo detrás de la fila de prensa, en el lado opuesto de los banquillos. Johnny Dawkins, asistente de Krzyzewski, observa desde un lateral. Se van todos al vestuario y al rato salen todos, los dos equipos. Reciben a Duke con la banda y ovación. Tengo la piel de gallina.

Voy a sentarme a mi sitio. Primera, y única, fila de prensa. Número 23. Los C. Crazies están, de pie, en el espacio de prensa. Le pregunto a alguien de seguridad que como puedo llegar a mi asiento con tanta gente. Me dice que vaya por el lado de la cancha y que salte por encima de la mesa. No bromea. Lo hago, y después va llegando toda la prensa y hace lo mismo. Con dificultades, me siento. Puedo notar el aliento de los crazies en el cogote. Estoy cansado de conducir cinco horas y no tengo espacio para moverme. Me da igual.

Presentaciones, himno, y empieza el partido. Los suplentes no se sientan hasta la primera canasta de su equipo. El público, la mayoría (como Scott Roth, scout de Memphis), no se sientan en TODO el partido. Duke, con un gran Greg Paulus, empieza dominando claramente. La cosa se iguala al llegar al descanso. Y en el descanso, más historia, aunque sea reciente. Me quedo en mi asiento para ver la ceremonia de retirada del número 4 de JJ Redick, rookie de los Orlando Magic. Están el director, el director atlético, la señora Krzyzewski y los padres de Redick. También están Grant Hill y Giminski, que tienen el número retirado también (sólo hay 13, contando el 4). La ceremonia es breve pero muy emotiva. Redick llora, sus padres lloran. Yo, casi. Redick dejó Duke como máximo anotador de la historia de la universidad (superó a Dawkins) y de la conferencia ACC, y también como máximo triplista de la historia de la NCAA. Casi nada.

Empieza la segunda parte y el partido se mantiene igualado. Al Thornton, candidato a jugador del año, lidera a Florida State. El partido es vibrante, intenso. Bueno. La intensidad en la cancha es correspondida (o es al revés?) en la grada. Los cameron crazies están tan cerca, que cuando un jugador rival saca de banda, estiran los brazos y le ponen la mano casi encima. En una ocasión un árbitro les dice que se separen o no saca. Cuando insultan, a los árbitros o rivales, los crazies se ponen, litaralmente encima de los periodistas para llegar. No digo nada tampoco.

Llega el último minuto con todo por decidir. Con un punto de desventaja, Paulus falla una entrada, pero Duke fuerza un salto entre dos y mantiene la posesión. Sacan de fondo y el balón es para Josh McRoberts, que pivota de espaldas a canasta y lanza. Falla. DeMarcus Nelson palmea, pero no entra. Derrota de Duke. Primera victoria de la historia de Florida State en el Cameron Indoor Stadium. Los Seminoles celebran la victoria a un metro mío, delante los crazies. Tensión, insultos. Los seguidores de Duke están hechos polvo, la gente se va muy lentamente. Me meto en la zona de prensa otra vez. Abren los vestuarios y entro, después de pasar por un pasillo donde están Redick y Grant Hill (con su mujer Tamia y su hijo). El vestuario, es casi de NBA. Moqueta, taquillas de madera. Mucha prensa. Paulus habla con serenidad. Sus compañeros, los más jóvenes, están casi llorando. Nelson sale de la ducha con aspecto triste. Krzyzewski va a la sala de prensa, y yo también. Comenta, sobre la desolación de sus jugadores: "en la universidad, no hay mejor manera que el deporte, el baloncesto, para aprender a manejar el éxito y el fracaso".

Salgo, otra vez por la puerta pequeña, y hay un montón de gente esperando a los jugadores. Paulus, todavía dentro, habla con la família. Me dirijo otra vez al centro de la cancha. Todavía hay gente. Los estudiantes recojen y limpian el estadio. Casi vacío, todavía impresiona. No es muy grande (caben poco más de 9000 peronas) pero tiene clase, elagancia y, sobretodo, tanta historia a sus espaldas, que impone respeto. En cada lado de la cancha hay en el parquet la leyenda COACH K COURT, en azul. Los títulos y las camisetas retiradas cuelgan del techo. Es hora de irse. Me dirijo al vestíbulo opuesto por donde entré antes. Hay algunos alumnos que también se van. Uno de ellos abre la puerta de madera y se queda un momento parado. Hace el gesto como de entrar otra vez -hay un letrero enorme que dice NO RE ENTRY- pero al final sale. Lo entiendo. Yo me voy pero también me quedaría. Y espero volver.